La Asociación Ibérica de Fabricantes de Impermeabilización, AIFIm, señala que las cubiertas frías minimizan el calor dentro de los edificios, mejoran la calidad del aire y minoran el consumo de energía, lo que derive en una reducción de los gastos energéticos. El uso de este tipo de soluciones puede ayudar a reducir hasta un 50% el impacto de los edificios en el calentamiento de las ciudades.
Una de las principales causas de que la temperatura media anual del aire en una capital sea de 1 a 4 °C más cálida que en el entorno rural es la modificación de la superficie del suelo y la construcción de bloques de viviendas en las ciudades. La vegetación es reemplazada por asfalto, hormigón y edificios caracterizados por una baja reflectancia solar y una alta impermeabilidad.
Además, la concentración de un tráfico denso y el funcionamiento de los equipos de aire acondicionado también son algunos de los impactos más importantes que están dando lugar a un cambio climático local que demanda soluciones urgentes.
Ante este panorama, la industria se ha visto obligada a plantear soluciones que frenen esta escalada progresiva de temperaturas. Según AIFIm, la Asociación Ibérica de Fabricantes de Impermeabilización, cada vez son más los promotores, constructores y propietarios que deciden, cuando construyen o rehabilitan edificios, instalar cubiertas frías para reducir de una manera rápida y sostenible el efecto isla de calor en las ciudades.
“Las soluciones como las cubiertas frías minimizan el calor dentro de los edificios, mejoran la calidad del aire y minoran el consumo de energía y, en consecuencia, los gastos energéticos”, explican desde la asociación.
Para conseguirlo, AIFIm apuesta por desarrollar e instalar soluciones que ayuden a reducir el consumo de energía y las emisiones de CO2; desde SATE para fachadas hasta sistemas de impermeabilización.
“Como fabricantes, buscamos reducir el impacto solar en los edificios. Por eso, trabajamos con productos con un alto índice de reflectancia solar (SRI), que pueden alcanzar un ahorro de hasta el 30% en climatización al reducir la temperatura interior en unos 3ºC, lo que mejora la eficiencia de los sistemas de aire acondicionado”, argumenta Blanca Gutiérrez, directora de AIFIm.
Existen estudios científicos que demuestran que, durante los meses de mayor incidencia solar, de mayo a octubre, la superficie de una cubierta convencional puede alcanzar los 70ºC, mientras que con una correcta impermeabilización de una cubierta fría o cool roof, esta temperatura se reduciría hasta los 42ºC, con los beneficios que esto conlleva para los bloques de viviendas. “De esta manera, reducimos hasta un 50% el impacto de los edificios en el calentamiento de las islas urbanas”, sentencian desde AIFIm.
El uso de membranas impermeabilizantes en cubiertas
Una de las soluciones para lograr estos resultados son las membranas impermeabilizantes líquidas, basadas en un sistema híbrido acrílico-poliuretano en base agua. Este producto ecológico, sin disolventes y con una baja emisión de componentes volátiles, cuenta con certificación europea y ofrece una alta reflexión solar del 98%, cumpliendo ampliamente los requisitos para la obtención del certificado LEED, BREEAM y VERDE. La membrana cool permite alcanzar los máximos niveles de sostenibilidad en los edificios.
Este tipo de membranas es fácil de aplicar, se puede utilizar tanto rodillo como pistola para superficies grandes, es de secado rápido, y se suele componer de entre dos y tres capas para asegurar la impermeabilización.
“Si, además, la propiedad quiere que la cubierta sea transitable, se puede aplicar una armadura de tejido entre capas de producto, garantizando una vida útil de hasta 25 años, y convirtiéndose en una solución óptima para su uso en la rehabilitación de edificios existentes, lo que permite acceder a los fondos europeos Next Generation”, apuntan desde AIFIM, asociación en la que están integradas ASSA, BMI ChovA, Danosa, Krypton Chemical, Renolit Alkorplan, Sika y Soprema.
“Es importante, no obstante, que la lámina impermeable sea totalmente blanca porque al reflejar más ultravioleta, la cubierta se calienta menos y, por lo tanto, transmite menos calor al interior de la vivienda y a su entorno. En cambio, una cubierta negra convencional absorbe casi todos los rayos solares y los transforma en calor, situación que puede incluso provocar pobreza energética en aquellos hogares que no disponen de sistemas de aire acondicionado”, finaliza Gutiérrez.
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